retazos

¡Ay, mi morena!


Mujer de piel color de la tierra, plata los cabellos rebeldes a pesar de tu peina y de grandes soledades. ¡El mundo por montera!

Zaina la mirada desafiando el luto de posguerra, lengua libre y querer con exigencias.

Caminar seguro y orgullo testarudo. Todas las razones y una sola, ¡por mis cojones!

Montoncitos de cenizas, colecciones de todo y café migadito.

De paciencia infinita remendando tu vida, cositas pequeñitas, despacito, despacito.

Arrugas de trigo y recuerdos en barbecho.

De belleza admirada y encajes de presumir.

Pocas risas que tuviste una guerra civil y mil batallas.

Ríe ahora de esas mujeres que su lucha se queda en una “a” en las palabras. ¡Ay, mi morena, qué sabrán ellas! del blanco y negro, de normas que te asfixian, señoritos y confesores y principios de cuaresma.

Dueña de tu vida y de un solo reino: tu hijo y tu hermano.

Cortijo de nea con ventanas cerradas, ¡que nadie mire!, ¡que ya he tenido bastante!... censura, lenguas de avispas y normas dictadas, que con todo eso me hago un ovillito y no hay nadie que me pare.

Le esperaste para irte solo un poco antes, ¡ay, mi morena!, como siempre marcando tus reglas. Cierra la puerta, ya estáis todos.   

¡Ay, mi morena!... 
Te debía una despedida.
…¡Ay!...
Ya nadie me dice ¡ay, mi morena!

4 huellas:

  1. Morena, qué bonito!!
    Qué vida de sacrificios aquella! Cuántas enseñanzas guardaban las palabras de todos ellos!! Se sentirá orgullosa de las palabras que le has dedicado, allá donde quiera que esté.
    Mil besos

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    1. Cuando tiempo Arquetipo sin tus huellas, y ¡vienes así! con estas palabras y tantos besos, que todos, todos me los quedo.
      Pues me gusta pensar que no está lejos porque sigo viendo sus manos en otras manos y sus rasgos en otros rostros.
      Más besos.

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  2. ¡Dios! Parece mentira lo raudo que acontece el tiempo para según que cosas y aún así, todo resiste inalterable… Grandioso ingenio inventivo tan pragmático como necesario e inevitable sonreírme al recordar como le pirraban las patatas fritas de bolsa y entre risitas te soltaba “¡qué buenas están!”. Miles de sabores y un señero aroma acompasando a todo un carácter… ¡Ains! entonando a la más grande “ay, qué no daría yo…”.

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    1. Ay, qué no daría yo por volver a esas noches de verano de calor y conciertos, que sigo teniendo pero a la salida ya no me esperas en tu azul ruidoso.
      Qué no daría yo por volver a saborear tu café de puchero y volver a veros…tan fuertes los dos… un contigo y mil sin ti.
      Querida Catilinaria...qué no daría yo.

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