retazos

La ira de las uvas

Dorothea Lange
“Sí, pero el banco no está hecho más que de hombres.
No, estás equivocado, estás muy equivocado. El banco es algo más que hombres. Fíjate que todos los hombres detestan lo que el banco hace, pero aún así el banco lo hace... Es el monstruo. Los hombres lo crearon, pero no lo pueden controlar” 
(“La ira de las uvas” John Steinbeck)


Soy persona de piel dura pero hay libros y canciones que logran pellizcarme el corazón, y me dejo enredar entre sus textos, y lío mis pensamientos con los suyos hasta que los convierto en mi equipaje.

No recuerdo cuando leí el libro “Las uvas de la ira” pero sigo teniendo presente la desazón e impresión que me causó.
Ha pasado tiempo desde esta lectura, más desde que Steinbeck lo escribió pero cada vez que veo el telediario me devuelve la misma desazón.
Ahora la película sería en color aunque la realidad haya vuelto al blanco y negro, y busco y reconozco el espíritu de Tom Joad en personas que le han quitado todo pero se niegan a perder su dignidad.

Ésta es mi ira, lo que el hombre puede hacerle a otro hombre. No es sólo despojarle de todo lo material, el trabajo, la casa, el dinero, sino el intento despiadado y cruel de quitarnos aquello que nos hace humano, pisotear con zapatos de marca nuestra decencia, nuestro esfuerzo y arrebatarnos nuestro futuro que construimos con nuestro sudor.

No, no es que me despidan y además se queden con mi casa, o no tenga para pagar la calefacción, o que mis hijos sólo puedan comer una vez al día, no señores, es que me han robado mi posibilidad de seguir sacando de esta tierra la savia que me mantiene y además me culpabilizan a mí, convierten en polvo mi alma y lo peor de todo es que ni siquiera mancha de sangre sus trajes de Gucci, como prueba de su crimen.

Deben de sentirse orgullos, en nombre de los nuevos dioses de esta era, el euribor, la prima de riesgo, el capital y su maldita internacionalización, pasan por encima de quienes les han mantenido y, se olvidan señores, deben mantener sus acomodadas vidas.
Y se rebelan, no cuando la cámara retrata sus consecuencias, sino cuando la muchedumbre desarmada, despojada pero digna se manifiesta y les presenta una decencia que ustedes ni siquiera reconocen. Bajen la mirada, avergüéncese, sólo cabe eso.

Ésta es mi ira. Pero me niego a entregarles mi última esperanza, no hay forma de volver a cambiar nuestro billete por otro de “la segunda oportunidad” pero tenemos un ticket para la tierra prometida.

Y a veces tengo suerte, mi cantante preferido puso música a todo esto. No encuentro mejor final que pedirle sus palabras prestadas:

Tom dijo "Madre, en cualquier lugar que haya un poli pegando a un tío
Donde llore hambriento un niño recién nacido
Donde haya una lucha contra la sangre y el odio que hay en el aire
Búscame madre, allí estaré.
Donde haya alguien luchando por tener un sitio donde establecerse
O por un trabajo digno o una mano que le ayude
Donde alguien esté luchando por ser libre
Mírales a los ojos madre, me verás a mí"
(“The ghost of Tom Joad” Bruce Springsteen)

2 huellas:

  1. Vaya, vaya... ¡ya era hora querida! A usted le estaba esperando yo.... Menos mal que si algo bueno tengo es paciencia, que además de tener, tengo y mucha, muchísima.

    Ni se imagina lo que me congratula volver a leer sus escritos, que colmado lapso han estado encerrados e igual ya es hora de desempolvarlos. Como acostumbra, siempre mejor que lo esperado. Agradecida.

    Mucho que comentar, mucho de lo que departir... pero ya tendremos tiempo, ya.

    Ahora, ni decir tiene que me acomodo a mi antojo. No toco nada, me entusiasma lo que veo a cualquier lado que mire. Usted, vaya abriendo los candados que ya me entretengo yo en pintar sus paredes.

    Un ósculo,
    La catilinaria

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  2. Pinta a tu antojo, que devota me confieso de cada uno de tus trazos. Acomódate, tengo un sitio especial para tu paleta y colorea este rincón con tendencia al negro.
    Apila, alinea, ordena estos cachivaches, que sé de esta tu querencia.
    Y quédate, con el amarillo de girasoles, el rojo de granadas, el verde de olivos y todos los colores que siempre te acompañan.
    Un ósculo….miles de ellos.

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