Había
algo en él que llamó mi atención por encima de los demás parroquianos asiduos
al bar de toda la vida.
Había
algo en él que me trajo una canción: “No
one, baby, but the brave. Oh! Strong enough to save something
from what they gave”
Sentado al final de la barra, despegando
lentamente, como si tuviese paradas todas las horas que aún le quedan en el
reloj, la etiqueta de Mahou de su botellín y ligeramente inclinado, pareciera
que el peso del mundo descansaba en sus hombros. Un Atlas abatido, desertor de
este mundo que claramente no va con él.
Si miras puedes ver la fragilidad
que algunas almas fuertes enmascaran, una pena que ya casi nadie mire más allá
de sus teléfonos móviles.
Había algo en él que me inspiraba
cierta compasión, o mejor, cierto reconocimiento. Si pudiera… si tuviera ese
poder…le daría una segunda oportunidad, solo algunos se merecen deshacer.
Puedes ensayar tu vida antes de
vivirla plenamente, o puedes cambiar aquello que ahora es inevitable… un
chasquido de mis dedos y deseo cumplido.
Un leve gesto y el camarero le
sirvió otra cerveza. Cogió una servilleta y comenzó a escribir o garabatear en
ella… este gesto lo reconozco, colecciono lo que callo en servilletas de bares.
¿Tal vez escriba una lista con
sus deseos? No, no tiene pinta.
¿Tal vez dibuje su mapa de vuelta
a aquella estación para bajar del tren? No parece de los que se arrepientan.
¿Tal vez enumere las cosas que
empeñó? No parece necesitar más de lo que lleva puesto.
¿Tal vez garabatea su próximo
tatuaje o es simplemente la lista de la compra?
Me arrancó de mi abstracción la
llegada de mis amigos, saludos, disculpas por el retraso y primeras risas que anuncian
lo bueno de cada rato.
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