Tiene la actitud de quien
desafía, porque hay cosas que nunca son monedas de cambio. Tiene el andar de
quien, pase lo que pase, nunca mira hacia atrás.
Guarda lágrimas en tarros de
cristal para cuando tenga tiempo y camisetas donde escribió su historia.
Tiene la sonrisa de quien
sobrevivió a un disparo a quemarropa y la seguridad de quien sabe que ya pagó
su precio.
Tiene la pose de quien apostó
todo a una carta, que siempre lleva en su bolsillo, porque aunque perdió sabe
que solo vive cuando se arriesga.
Guarda disfraces para cada
ocasión y botes con la arena que se metió en sus zapatos.
Tiene las manos de quien peleó en
varias batallas y el gesto de quien está preparado para la siguiente.
Tiene la cara de quien ha vivido
una vida que no quiso y el brillo de haber conquistado lo que deseó.
Guarda canciones que son sus
únicos himnos porque lo que siempre calla, lo tararea.
Le conocí cuando tenía 22 años,
era un joven que intentaba disimular sus ojeras. “Solo quiero un sitio para cerrar
las puertas a las malas noticias. En el que las desgracias se vean venir, y al
que tengan que llamar desde los vendedores hasta las más silenciosas de las
pesadillas”.
Desde la distancia le observo,
juguetea con el cigarrillo, mira al vacío con la calma que da el estar de paso,
y termina encendiéndolo como si no tuviese otra elección. A veces es difícil
respirar a su lado y otras puedo ver al joven que fue antes librarse de las
costuras.
Me acerco y le escucho tararear “Is a dream a
lie if it don't come true. Or is it something worse”. Me mira, arquea la
ceja y se ríe, “Cómo me gusta el flaco”.
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